Compañeras y compañeros, les saludo con gran afecto y con una gran preocupación también.

Donald Trump entró a la política con la bandera de odio a los mexicanos. Nos llamó asesinos, violadores, criminales, narcotraficantes. Desde la llegada de este nuevo gobierno del partido Republicano, la seguridad y las condiciones de vida y laborales de millones de mexicanas y mexicanos se han colocado en una grave situación de riesgo.

Ustedes como paisanos y paisanas que viven en este país del norte han tenido que enfrentar y afrontar desde hace décadas la discriminación, la violencia y la obstrucción para el ejercicio pleno de sus derechos humanos, sin embargo, en estos últimos meses, estas adversidades se han convertido en una política pública institucional que desde la Casa Blanca es impulsada como parte de una nueva forma de relacionarse con México donde Trump y parte de su gabinete han apostado por usar una política dura de garrote, la amenaza, el insulto y la humillación a los mexicanos. Y en la posición del gobierno mexicano frente a las groserías y abusos de Trump solo vemos tibieza y sumisión.

Nuestro gobierno, ha decidido priorizar las relaciones de negocios familiares y de sus grupos políticos en vez de defender frontalmente los derechos de las y los mexicanos tanto de los que habitan aquí como los que habitan del otro lado de la frontera. Ni en México ni aquí en los Estados Unidos el Gobierno Mexicano ha cumplido con sus obligaciones de protección y garantía de los derechos humanos.

Ustedes como migrantes, líderes, consejeros, jefes y jefas de familia, trabajadores y trabajadoras, activistas y promotores de los derechos humanos y de los derechos de las personas migrantes, han tenido que agruparse, organizarse y actuar de manera colectiva frente a los agravios y las violaciones que se cometen en su contra.

La unidad de grupos de migrantes como los de ustedes y el trabajo colectivo es lo único que ha evitado que miles de mexicanas y mexicanos sean deportados, detenidos y encarcelados por su situación migratoria. La amenaza de Trump a las ciudades santuario como Los Angeles, es una amenaza contra la seguridad, la integridad y la vida de miles de mexicanas y mexicanos, pero también es una amenaza contra la solidaridad y la colectividad, pues precisamente en este tipo de ciudades la comunidad ha construido una red importante de apoyos y respaldos capaz de frenar esas políticas discriminatorias y racistas.

Una ciudad santuario, no sólo es una ciudad donde se le reconocen más derechos a las y los migrantes, una ciudad santuario es también una ciudad donde la solidaridad y la colectividad se vuelven ejes de la actuación de la comunidad y se convierten en una forma de autoprotección para sus integrantes.

Esta solidaridad y colectividad, que todas y todos ustedes han construido y defendido durante años, debe ser un ejemplo y una guía para quienes actualmente desde México dirigen la política exterior ya que poco o nada han hecho por expresar en acciones concretas una verdadera actuación de solidaridad con las causas y peticiones que ustedes como comunidad están demandando a este Gobierno fascista, reivindicaciones muchas de ellas, que les han costado años y años de lucha y de trabajo.

No se trata de encontrar el hilo negro o de inventar nuevas fórmulas, lo que le estamos exigiendo al Gobierno Mexicano para que a su vez le demande al Gobierno estadounidense es que se respeten sus derechos como personas migrantes, que se les garantice el derecho a la salud, a la educación, a conducir un vehículo, a adquirir una propiedad, a tener un trabajo digno, a integrarse a la comunidad estadounidense sin discriminación, sin racismos y sin odios.

Las leyes que se han aprobado en Texas o en Arizona recientemente, en donde se criminaliza y se permiten las detenciones arbitrarias a cualquier persona para revisar su “situación migratoria” se han colocado como la punta de la lanza para ir reduciendo aún más el ejercicio de los derechos de las personas migrantes, inhibiendo incluso que puedan salir de sus hogares o de sus lugares de trabajo.

Ese tipo de legislaciones son la expresión más burda de esta política de racismo y odio, y frente a este tipo de legislaciones es ante las que debemos plantarnos firmemente y exigir su derogación, pues mientras nuestro gobierno manda una notita diplomática miles de paisanos y están siendo detenidos arbitrariamente, encarcelados y procesados injustamente. NO podemos permitir que estas leyes nos criminalicen por nuestra nacionalidad y por nuestra condición administrativa en este país, no podemos permitir que los gobiernos republicanos nos roben el ejercicio pleno de nuestros derechos humanos. No lo debemos permitir.

Tenemos derecho a soñar, a construir un futuro mejor y a luchar por darle a nuestras familias una vida digna. La eliminación del Programa DACA, como bien dijo el Senador Bernie Sanders, fue la “más horrorosa y cruel decisión” que pudo tomar el presidente de Estados Unidos. Es una medida simple y llanamente racista. Una “irresponsabilidad brutal” como dijo el notable director de cine Alejandro González Iñárritu, quien acaba de inaugurar en Tlatelolco una notable instalación que invita a todos a conocer los sufrimientos y peligros que muchos migrantes han pasado. Una instalación que debemos conocer, se llama “Carne y Arena”.
Por ello, resulta fundamental sumarnos a la exigencia colectiva para presionar al Congreso y al Senado para que se avoquen a la construcción de una ley que proteja a los casi 800,000 dreamers que al día de hoy se encuentran en un limbo legal que en pocos meses los irá acercando al abismo que representa que en un par de meses o años pudieran ser deportados.

Los dreamers, no sólo representan el futuro de esta comunidad migrante, sino que representan también los sueños de millones de connacionales que por estas políticas de odio y discriminación se han visto impedidos para realizar sus sueños y para mejorar sus condiciones de vida, ellas y ellos, nos representan como el ejemplo más claro de que el “sueño americano” es ahora el “sueño mexicano”, el sueño mexicano de miles de jóvenes que deben de seguir gozando de la protección legal con la que contaban hasta hace una semanas, asegurando con ello, que sus sueños y nuestros sueños puedan realizarse.

La profundidad de la relación entre México y Estados Unidos puede ser medida en cifras; por ejemplo, entre los dos países se realizan transacciones por un millón de dólares cada minuto. Un día es suficiente para el intercambio de 1400 millones de dólares en bienes y servicios, de que la economía mexicana depende lamentablemente en más del 80% de la estadounidense.

Estos números son en gran medida producto del TLCAN. Un tratado que permite el libre flujo de mercancías pero no de las personas. Los millones de mexicanos que carecen de documentos en este país no los tienen porque así se decidió en la negociación del TLC. Y ahora en la renegociación otra vez quedan fuera las personas. El programa migratorio de nueva cuenta está fuera de la agenda de ambos países. Es una vergüenza que en este Tratado México sea “competitivo” por someter a los trabajadores mexicanos a salarios de hambre.

Las luchas que tienen ustedes por delante son muy complejas, por ello, compañeras y compañeros, debemos de hacer alianzas y esfuerzos colectivos y solidarios para fortalecer sus acciones, para fortalecer sus posiciones y para generar la mayor presión posible hacia las autoridades estadounidenses y mexicanas hasta lograr que sus derechos como migrantes -con papeles o sin papeles- sean respetados plenamente.

Estamos en los días patrios, se conmemora, con la ceremonia del Grito el aniversario número 207 de la Independencia de México. Y Peña Nieto acaba de tomar la decisión de que su invitado especial sea el Secretario de Defensa de Estados Unidos, James Mattis, a quien también se conoce por su apodo de “Mad Dog” (perro loco) y que jugó un papel muy relevante en la invasión de Afganistán. La visita del secretario de Defensa precisamente en la fecha en que se conmemora la Independencia Nacional es una prueba de que el gobierno de Peña Nieto está dispuesto a poner la otra mejilla hasta el cansancio, que ha asumido como propias las decisiones de Trump, con la peregrina idea de qué tal vez así el magnate disminuya su beligerancia contra México.

La defensa de los derechos de las y los mexicanos de ambos lados de la frontera es nuestra gran tarea en estos días, y no va separada de la necesidad de impulsar con todas nuestras energías la verdadera transformación de México. En unos meses se nos brindará esa oportunidad de iniciar ese cambio. Y queremos compartir con ustedes ese sueño y convocarnos todos y todas a construirlo. Los sueños no tienen fronteras, podemos trabajar allá y acá para que ese cambio se de. Y así poner fin a esta larga pesadilla de violencia, corrupción, bajos salarios, abandono del campo, la desindustrialización, la violación de los derechos humanos. Propongámonos alcanzar el sueño posible de la defensa de nuestra soberanía y de la verdadera libertad de nuestra Patria. Tenemos una cita con la historia y estamos seguros de que contaremos con ustedes para esa gran batalla para que renazca México.

Compañeras y compañeros, la mexicanidad que el día de hoy nos embarga, nos debe obligar a revisar si estamos en condiciones de gritar VIVA MEXICO o en vez de ello debemos de gritar al unísono RESISTE MEXICO, DESPIERTA MEXICO o UNETE MEXICO, porque sólo con la resistencia, la acción y la unidad podemos reconstruir nuestra nación binacional, nuestra nación en el territorio nacional y en este territorio también.

Unámonos, resistamos, despertemos, organicémonos, solidaricémonos y actuemos de manera colectiva para defender sus derechos, las de sus hijas e hijos, sus sueños, sus aspiraciones, su vida, su libertad, su felicidad.

Viva México. Viva México. Viva México!!!!

Muchas gracias.

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